Las palabras de «El gran dictador», pronunciadas por Chaplin, son un antídoto contra el rebrote de extremismos imperante y contra el fascismo.
El gran dictador empezó a rodarse en 1939, contra viento y marea. No contó con el apoyo de Hollywood, para el que el mercado alemán era muy importante. Reino Unido, por su parte, seguía retorciendo la diplomacia en su relación con el régimen de Hitler, y occidente centraba sus temores en la Unión Soviética dejando Alemania a su espalda. El genocidio judío ya había comenzado años antes, pero el mundo miraba hacia otro lado.
Al no encontrar apoyo financiero, Chaplin siguió adelante con su mastodóntico proyecto pagándolo de su bolsillo, a través de su productora, United Artists. La película cuenta la historia de un humilde barbero (interpretado por Chaplin) físicamente idéntico al dictador de un país ficticio (claramente inspirado en la Alemania nazi), que acaba subiendo al poder por equivocación. En ella se parodia al propio Hitler (al que, obviamente, también daba vida el propio Chaplin) y a su cohorte, donde Joseph Goebbels o el mariscal Herring, con nombres inventados pero claramente referenciales, forman parte de la parodia. Incluso aparece un tal Benzino Napaloni, un sobreentendido Mussolini.
El final de la película iba a ser otro: cuando el barbero sube al pedestal confundido con el dictador, ante su enfervorizada audiencia, anuncia que no irán a la guerra. El día del rodaje, con cientos de extras, la crudeza del régimen de Hitler ya era patente, y Chaplin estaba arrepentido de haberle dado un tratamiento frívolo y humorístico (aunque no era así en absoluto). Poco antes del «cámara, acción», se encerró en su caravana y escribió un discurso apresurado, visceral, en el que sacaba toda la congoja que llevaba dentro. Y decidió abortar la escena final prevista, y cerrar la película como Chaplin, no como el pánfilo barbero, declamando esas palabras que no solo se han vuelto universales; también son atemporales. Aunque hace ya casi un siglo que se escribieron, hoy podrían aplicarse a la situación mundial, punto por punto. A continuación, les dejamos la transcripción completa. Juzguen por sí mismos si no tiene hoy la misma capacidad que ayer para remover conciencias. Por cierto: en nuestro país, El gran dictador no se estrenó en cines hasta 1975, tras la muerte de Franco.